Regalo para un nuevo «cuarentón»

Algunas veces me preguntan cómo hago los cuadros, así que aquí debajo dejo algunas imágenes de cómo se hizo este, y explico un poco el proceso.
Fue un encargo para un amigo recién entrado en el club de los 40, que está introduciendo en el surf a su hijo pequeño. La idea era intentar que ambos salieran en el cuadro. Como le había gustado uno de la expo de estas navidades en las que se reconocía el perfil de Gijón, lo que hice fue dibujar a los dos mirando el mar desde la orilla con la Cimadevilla y la silueta de la iglesia de San Pedro al fondo.
El primer paso fue hacer el dibujo a lápiz (un lápiz blando para borrar fácil y que no deje surco en la madera). En la zona de la silueta de Gijón se ve en esta foto de debajo una especie de cuadrícula. Me guié por esa cuadrícula para dibujar algo aproximado por la otra cara del tablero.

El motivo de la cuadrícula y dibujar la silueta por detrás es por el modo en el que recorto esa silueta. La sierra que utilizo tiene sus limitaciones y en ocasiones no entra bien el tablero, así que tengo que dar la vuelta al tablero y cortar al revés.
Por otro lado, la sierra de mesa no es como una sierra de calar que se puede ir girando sin problema. Hay que ir haciendo cortes rectos, por lo que tengo que ir improvisando métodos para recortar esas siluetas de los edificios.

Sé que podría hacerlo perfecto con corte por láser, pero mi «maestro» me enseñó a apreciar la imperfección, que hace del cuadro una pieza única. Además todo este proceso me sirve como enseñanza, y cuando pienso un cuadro nuevo voy ya adelantándome a los problemas a los que me tendré que enfrentar.
El corte de la silueta no sale perfecto con la sierra, aquí debajo se puede apreciar. Por ejemplo, en la torre de la iglesia de San Pedro.

Lo que toca a continuación es lijar-limar todo ese canto hasta regularizarlo. No va a quedar perfecto, pero me gusta.
Una vez lijado borro lo dibujado a lápiz dejando únicamente lo que necesito para poder pintar encima la silueta de padre e hijo. Y después tiño la madera.

Con pintura acrílica negra y rotulador Posca negro repaso la silueta de padre e hijo.

El tablero de fondo es un contrachapado de okume oscurecido con pintura negra (mezclada con un pelín de blanco para que no sea tan tan oscuro). El enmarcado es de listones de pino (de las Landas), cortados al tamaño del tablero de fondo. En la foto de arriba aún no estaban fijados. La fijación la hago primero con cola y posteriormente con clavos (el número depende del tamaño del cuadro, lógicamente). Los listones tienen que quedar bien fijos porque es por donde se suelen agarrar estos cuadros.
Una vez comprobado que las dimensiones estaban bien, apoyé la zona inferior del cuadro (la de la arena y el mar) sobre unos rastreles de 1cm de espesor. Eso le da más profundidad al cuadro. La parte superior, la del cielo, va fijada directamente al tablero. Todo encolado y clavado.
En este caso, una vez hecho todo esto me pareció que algo fallaba, lo veía algo vacío y descompensado. Añadí las sombras-reflejos de la silueta de las dos torres sobre la arena y el agua.

El resultado final fue este. Lo que más me gustó fue la reacción del «cuarentón» cuando se lo regalaron.
Ah, un aviso… dentro de unos pocos días se prohibirá el término «cuarentón», que me toca a mi entrar en tan selecto club, jajaja 😉